domingo, 10 de diciembre de 2006

Se le creció el enano al Polo

“Nunca había participado en unas elecciones así de grandes, para delegados de un partido”, fue el comentario más oído durante los 40 minutos de fila para votar por candidatos al Congreso del Polo, el domingo pasado.

Es más, para los bogotanos de mayor edad que salieron con sus familias y sus amigos, acostumbrados a la tradición de votar sólo en las presidenciales y a veces en las corporativas, era toda una novedad participar en la elección de sus voceros ante lo que podría llamarse la convención del Polo.

Por costumbre, las grandes convenciones de los partidos tradicionales o sus congresos programáticos, han sido ajenas al común de la población. A ellas sólo asisten los llamados Patricios liberales o conservadores, es decir la vieja casta política, los caciques y su clientela.

El domingo pasado fue diferente. Se notaba en la expontaneidad de los electores y en su actitud. No iban arrastrados por nadie, no defendían una botella de trago o una camiseta. Por el contrario.

Se respiraba el ambiente de participación popular en la cercanía de quienes conformaban la lista y la ausencia de grandes apellidos de aquellos que la prensa llama animales políticos. El candidato no era lejano al elector: la gente estaba votando por el compadre, el amigo, el vecino, el líder del barrio, el compañero de trabajo, el familiar: todos palpables, al alcance de la mano, del saludo, del teléfono, de la mano de tejo con una agria.

Las elecciones al congreso del Polo olían y sabían a pueblo y parece que ahí estuvo la nuez de la participación masiva y posiblemente la roca firme en la que se está levantando un nuevo partido. No es lo mismo votar por el doctor fulano que a lo mejor jamás volverá a saludar, que por el compadre con el que se toma cerveza.

Por eso el domingo la primera expresión fue de sorpresa. Ese era el rostro de quienes iban llegando a la plaza principal de Suba, luego de transitar una carretera campestre y desembocar en ese pueblito bien conservado que es el centro histórico de Suba. La gente salía de su casa imaginando que los puntos de votación estaría desocupados, que la participación sería mínima, porque el día estaba lluvioso, había que ir mejor al estadio a ver a los suertudos azules, en fin, el día no era para votar. Así lo pensó incluso la dirección del Polo.

La plaza estaba llena de gente, de ruido, de banderines amarillos en medio de pancartas anunciando las audiencias de las JAL. Todos pensaban que el bullicio era de este último evento. “No, eso qué va a ser del Polo”. Pero la muchedumbre era del Polo.

Entonces, tamaña sorpresa que cogió incluso a la organización con los pantalones en la mano. Desorden en las inscripciones, pocas mesas de votación, desinformación. Eso pasa por pensar en pequeño y no crer en uno mismo.

Tal vez esa sea la primera gran lección. Al Polo se le creció el enano y ni siquiera el partido amarillo se ha dado cuenta. No estar preparado para unas simples elecciones podría ser síntoma de no estar preparado para cosas mayores. Y las cosas mayores se ven venir.

La gente de la fila tuvo cerca de 40 minutos, mientras llegaba al puesto de votación, para hacerse muchas preguntas y reflexionar sobre el nuevo mapa político que el Polo le está señalando a Colombia.

Rostros de satisfacción y asombro por la cantidad de gente. Pero también de incertidumbre, como quien dice: “¿si estaremos preparados?”. ¿El Polo tendrá que empezar a pensar en grande, a hacerse a la idea de que está creciendo rápido, que se está convirtiendo en una verdadera opción, tal vez la única?. ¿Será que va a madurar biche, como los aguacates?

La del domingo fue una jornada de elección y de lecciones. La gran lección es para el Polo y por supuesto para el resto del país, pero este a lo mejor se demore un poco en asimilarla. Es hora de que el Polo empiece a prepararse para tomar el timón pero con un juego de velocidades diferente, sin maquinaria, con motor moderno. Debe empezar a preparar programas serios, profundos, pero también a los cuadros que los van a desarrollar sobre la convicción de que el mundo moderno ya no admite clientelismo sino gente capaz, preparada (estudiada, decian los abuelos), con visión, con acción, eficiencia, mente abierta a las nuevas tendencias de la vida, del mercado y de la economía.

Por ahora el Polo parece estar erigiéndose sobre la base sólida de la participación popular y no se proyecta como un nuevo ídolo con pies de barro como los partidos a los que va a reemplazar. Eso es buen augurio.

Terminaron las elecciones del Polo y el país amaneció con un nuevo camino. Entonces la gran prensa sí empezó a hablar de él. Eso también es esperanzador.